La meta diaria debe ser lidiar con la propia existencia. Para muchos vivir es una especie de selva, donde el más fuerte atropella al más débil. Maltratan perversamente las emociones de los demás con el único objetivo de sobrevir.
La incertidumbre de los países ricos con inestabilidad en sus bolsas de valores, influidas por hechos y declaraciones de empresarios y políticos, los ataques terroristas sean domésticos o externos; así como la latente preocupación de una conflagración con desastre radioactivo global: son situaciones que preocupan y trastorna a los ciudadanos del primer mundo.
En los países menos afortunados, con problemas como la pobreza, el hambre, poco acceso a los servicios de salud, robos, secuestros y en algunas guerras y enfrentamientos políticos con violencia y crisis sociales, en ocasiones se debe lidiar con genocidios como el de Rwanda.
El panorama social global con el impacto del cambio climático, agrede a pobres y ricos con desastres naturales que afectan la producción de alimentos, la seguridad de una vivienda digna y las muertes agregadas a los eventos naturales.
En ese contexto, el ser humano debe lidiar con su existencia. Enfrentarse con su pequeño mundo: su familia, su economía, su trabajo y su condición de salud sea física o mental.
Lidiar con la existencia es luchar contra las adversidades y tener las ganas de vivir como una meta. Es encumbrarse en las alas de la buena actitud para sobrellevar la vida cuando todo se derrumba a nuestro alrededor.
Es continuar cuando nuestra fe empieza a fallar o al creer, como diría James Dobson, que lo que Dios ha hecho no tiene sentido. No hemos visto el tablero completo. No entendimos la movida del creador y nuestra fe se debilita, sin entender que desde fuera alguien contempla que al final será para nuestro bien y que las cosas habrán de cambiar.
Luchar con la existencia con cáncer terminal, aferrarse a la vida y vivir. Inspirar a otros que estamos aparentemente sanos son lecciones que me han dado amigas y amigos que han luchado contra el cáncer.
La enseñanza es que no debemos perder la esperanza, que hay un propósito en la vida que va más allá de nuestra individualidad y que requiere de la esperanza para subsistir como especie humana.
Una especie que cuando cree que ha perdido la batalla y la impotencia la arropa, acude al suicidio como forma de enfrentar aquello que no puede resolver.
Si bien es cierto que la depresión y los neurotransmisores nos traicionan, hay una mayoría de la población que no sucumbe y se agarra de la esperanza y de la fe y así decide seguir hacia adelante.
Levantarse de los escombros, recuperarse de las matanzas sin sentido y querer vivir hasta el último instante aunque el cáncer nos robe la vida. La especie humana necesita la esperanza y la fe para vivir.
Algunos intelectuales tratan de quitarle eso a la gente. Su ideología es incompleta, es en blanco y negro, aún no conocen todas las dimensiones de la realidad. Se necesita además de lo fáctico y realidad demostrable, esa realidad espiritual que nos impulsa día a día a levantarnos de la cama con esa energía para ayudar a otros y dejar una huella por este hermoso planeta que Dios nos ha regalado.