A los humanos nos resulta difícil vivir en aislamiento social. Somos gregarios. Vamos al concierto, al juego de baseball o de softball o nos congregamos en iglesias o mezquitas. 

De acuerdo a las culturas, somos muy distantes como japoneses y alemanes o muy cercanos como los latinos.

También son relativamente distantes algunos países del norte de Europa.

El Coronavirus ataca y se dispersa en las aglomeraciones. Para controlar el paso mortal del Coronavirus nos han pedido aislamiento social. 

Las ciudades con grandes densidades poblacionales tienen un riesgo de diseminar el virus en las etapas iniciales. Pocas enfermedades han presionado nuestros hábitos sociales como el COVID-19. 

Se requieren hábitos de higiene compulsivos como lavarse las manos, limpiar superficies. Son nuevas rutinas. Igual hay que crear rutinas diferentes como no tocarse ojos, nariz ni boca: que los humanos hacemos muchas veces de manera inconsciente. 

Muchos seres humanos tenemos la tendencia a mantener hábitos por casi toda la vida. Lidiamos con la enfermedad que nos pone paranoicos y compulsivos y nos exige estar lejos de amigos, familiares y otros. 

Todo un reto a la frágil salud mental que se preocupa con no enfermar y con no morir y manejar el duelo de no trabajar, no ir a aulas, no seguir con proyectos y no socializar.

Solo los más adaptables a los cambios sobrevivirán. Los que se resisten a asumir nuevos hábitos de higiene, protección y aislamiento tendrán más riesgos de contagio y pueden ser focos de contagio para los que aman.

Al cambiar rutinas se puede evitar el contagio. Hacer ejercicios en casa no tiene riesgo en comparación con los que siguen haciéndolo al aire libre, fuera de la casa y trasladándose. 

El miedo no es bueno en la educación para la salud. Tiene efectos temporales. Cuando la gente asume cambios por conciencia puede tomar medidas efectivas para evitar el contagio. 

Un elemento que manejamos con frecuencia, algunas personas y autoridades es la minimización del real peligro del Coronavirus, un virus de ARN llamado SARS Cov 2. 

Presidentes, ministros de Salud Pública, profesionales y personas inteligentes lo han minimizado y han visto enfermar y colapsar a sus países. 

Otros han enfermado o han hecho que otros también minimicen al virus. 

Quienes se adaptan al ambiente y a las nuevas realidades evolutivas tienen más probabilidades de sobrevivir.

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