Los seres humanos establecemos relaciones con los demás desde el momento en que nacemos. Luego del seguro espacio intrafamiliar, el niño o niña debe empezar a socializar en la escuela y posteriormente van eligiendo las amistades y en un futuro establecen relaciones sentimentales de pareja.

La dialéctica de las relaciones, con los cambios y adaptaciones también incluye la justicia relacional, que significa que tan justas son nuestras relaciones, el nivel de explotación que tienen las relaciones que establecemos con los demas, o el nivel de satisfacción o felicidad recibimos de un balance que puede ser justo o equitativo.

En la experiencia de la consulta de Terapia Familiar, hemos observado como el dolor es un elemento común en la mayoría de las relaciones humanas. 

Cuando la gente habla de sus relaciones con sus seres queridos, sean hijos, amigos o parejas, y cuando se hace en ambiente de libertad y que se pueden expresar los sentimientos: el dolor y las lágrimas brotan como indicador de la emocionalidad de nuestras relaciones, las cuales siendo humanas e imperfectas vienen como lineas paralelas en una mezcla de amor y dolor.

Nos preguntamos a veces cómo es posible que de tanto amar se puedan cosechar tantas lágrimas y dolor en nuestras relaciones. 

La comunicación inadecuada y disfuncional es culpable de una alta dosis de dolor que sembramos en nuestras relaciones. 

También nuestra postura egoísta en las relaciones de reclamar que se nos entienda; pero no nos queremos poner en el lugar del otro para ser empáticos y entender el punto de vista ajeno.

El amor solo no es suficiente como un antídoto al dolor. La forma en que afrontamos nuestras relaciones y la manera en que aprendemos a manejar nuestros sentimientos y los de aquellos a quienes decimos que amamos: es lo que permite que tengamos relaciones sanas, justas, y sin grandes dosis de dolor.

Milton Erickson decía que le enseñaba a sus hijos que no permitieran que nadie les hiriera los sentimientos. Debemos cuidar nuestros sentimientos y los sentimientos de aquellos a quienes decimos amar, así podremos “cultivar” relaciones felices, sanas y justas.

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