En el documento se señala que el uso de este tipo de vacunas “no puede constituir en sí mismo una legitimación, ni siquiera indirecta, de la práctica del aborto”.
El Vaticano considera ético el uso de aquellas vacunas contra el coronavirus que, durante su proceso de investigación y elaboración, hayan usado líneas celulares de fetos abortados en la década de 1960, según lo anunció este lunes en un comunicado emitido por la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF).
El comunicado no menciona el nombre de la compañía farmacéutica creadora de la vacuna en cuestión, pero sí destaca que “la razón fundamental para considerar moralmente lícito el uso de estas vacunas es que el tipo de cooperación al mal (cooperación material pasiva) del aborto provocado del que proceden estas mismas líneas celulares, por parte de quienes utilizan las vacunas resultantes, es remota”.
Además, en el comunicado se reconoce que el deber moral de evitar esa cooperación material pasiva no es vinculante si existe un gran peligro, como la propagación incontrolable del covid-19. Por lo tanto, desde el Vaticano consideran que “pueden utilizarse todas las vacunas reconocidas como clínicamente seguras y eficaces con conciencia cierta de que el recurso a tales vacunas no significa una cooperación formal con el aborto del que se obtuvieron las células con las que las vacunas han sido producidas”.
En particular, en el documento se subraya que “el uso moralmente lícito de este tipo de vacunas, debido a las condiciones especiales que lo posibilitan, no puede constituir en sí mismo una legitimación, ni siquiera indirecta, de la práctica del aborto”.
También se añade que la valoración de “moralmente aceptable” se aplica solo “cuando no estén disponibles vacunas de Covid-19 éticamente irreprochables”.
El comunicado, que fue aprobado por el papa Francisco el pasado 17 de diciembre, concluye con una petición a los gobiernos y a las organizaciones internacionales para que garanticen que las vacunas, eficaces y seguras desde el punto de vista sanitario, además de éticamente aceptables, sean también accesibles a los países más pobres y no conlleven un coste excesivo para ellos.