Nos agobiamos, preocupamos y torturamos con cosas que no podemos cambiar. Acontecimientos, noticias, desastres naturales, guerras o amenazas de guerras: pueden quitarnos la paz mental. 

Hay situaciones que escapan de nuestro control o que por más esfuerzos que hacemos no podemos cambiarlas. 

La aceptación de que hay cosas que no podemos cambiar: la podemos utilizar para modificar nuestra manera de relacionarnos con otros, cuando nos obsesionamos en que personas adultas cambien y sufrimos por sus conductas. 

No podemos cambiar las conductas de otros; pero si podemos cambiar nuestra forma de relacionarnos o nuestra obsesión con el cambio ajeno. 

Pretender el cambio del otro es ingenuo e inapropiado, cuando no nos enfocamos en el cambio propio. 

 Hay padres que sufren y se torturan por las conductas de hijos adultos. Otros se esfuerzan, sin lograrlo, en cambiar al cónyuge. Se desgastan exigiendo respeto, lealtad o cambios que la otra persona no quiere aportar a la relación. 

Un cambio necesario es aceptar que la otra persona se siente bien en ese rol, siendo de esa forma: el cambio es reconocer eso y provocar en nuestro interior la aceptación de esa realidad.

Nuestros amigos y relaciones familiares asumen pautas que vienen de años atrás. Cuando descubrimos pautas abusivas de los otros: debemos preguntarnos sobre nuestra responsabilidad en permitir el abuso y proceder a nuevas formas de relación, que no admitan el abuso y promover cambios que nos permitan aceptar lo que no podemos cambiar.  Y ocuparnos de lo que si podemos cambiar; que tiene que ver con nuestro interior y con nuestros modos permisivos de relacionarnos, que promueven maltrato y explotación.

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