Muchos sienten vergüenza al necesitar ayuda terapéutica. Sea ir al psicólogo, psiquiatra, Terapeuta Familiar o Terapeuta Sexual. Sin embargo, creo que la gente está asumiendo la cultura de ir al terapeuta familiar,  como se iría a cualquier especialista de la salud.

En países desarrollados, desde el advenimiento del psicoanálisis, la gente asumió como normal ir al psicoanalista.

En la actualidad, en países desarrollados, la gente acude con normalidad a diferentes terapeutas para mejorar como personas, mejorar sus relaciones y como una ayuda para ser más eficientes en sus trabajos. 

Empresarios, profesionales calificados y deportistas de alto rendimiento, acuden a terapia con orgullo para ser mejores en sus respectivos trabajos. Así pueden aprender a controlar el estrés y a ejercer el control emocional, tan necesario para el éxito social e individual.

En nuestra cultura tenemos estigmas y niveles de vergüenza al buscar ayuda terapéutica o ser medicados. En otros países hay profesionales y técnicos que ejercen sus profesiones, y están en medicación por sus psiquiatras, y tienen una vida social normal; pero no descuidan su medicación y acuden también a la terapia.

Buscar ayuda profesional no es algo que nos debe dar vergüenza. Lo ideal es buscarla al iniciar síntomas, como manera de evitar que se compliquen los problemas de salud mental.

Buscar ayuda profesional calificada en Terapia Familiar restaura familias caóticas y relaciones de pareja disfuncionales. También se enseña a los padres a disciplinar y facilitar la autonomía de los hijos, a la hora de soltar las amarras de los padres.

En casos donde hay depresión, intento suicida y síntomas que sugieren esquizofrenia o graves trastornos de la personalidad, siempre se involucra al profesional de la psiquiatría para evaluación y manejo con medicamentos, si se requiere.

Cuando se corrigen problemas en la pareja y en la familia estamos creando un ambiente sano para la salud emocional de niños y adolescentes. En la Terapia Familiar se fomenta la responsabilidad de los hijos y el paso a la independencia y autonomía al salir de la casa. 

De esa manera los jóvenes van adquiriendo herramientas para la vida independiente y se preparan los padres para el desenganche y soltar las amarras. En las fases de partida de los hijos fuera de la casa, pueden presentar síntomas a veces los padres y otras veces los hijos; cuando tienen relaciones muy fusionada. 

La falta de autonomía de los hijos no les permite crecer y los hace más vulnerables a quebrar la salud mental. Si no los preparamos bien emocionalmente se quiebran, como dicen los americanos hacen un breakdown. Una familia sana, con buena comunicación y que fomente la responsabilidad y la autonomía sirve de protección a la salud mental de los hijos.

Autor

Comparte la Noticia: