Sentir miedo es pura biología. Nos alerta, nos prepara a luchar o huir. Ser esclavos del miedo es otra cosa. Todos lo hemos sentido. Pero cuando la preocupación y el temor nos abruman, debemos dejar salir el control emocional que nos permita actuar con la razón y que nuestras creencias trabajen a nuestro favor. 

Los seres humanos trascendemos con la fuerza de nuestras creencias. Nuestra vida continúa luego de la muerte por nuestras ideas, fe y convicciones. Lo vemos en las religiones y en las ideas políticas.

El miedo a perder un hijo o la enfermedad de un ser querido marca nuestras vidas. Las circunstancias difíciles sacan en nosotros profundas creencias en Dios o pueden confirmar en otros la ausencia de Dios en sus vidas o en el universo.

El miedo nos turba. Crea confusión. Vemos en el tormento de nuestras almas los caminos cerrados. Pero hay salida y aún frente a resultados no deseados, podemos ver sentido en el sin sentido o en las inmensas palabras de Pablo que ” todo obra para bien”.

La fe nos brinda calma y seguridad. Y nuestra capacidad de entender que a los seres humanos nos sobrevienen dificultades, obstáculos y desgracias nos permite aceptar esos resultados negativos como la muerte, desgracias naturales y las pérdidas económicas. Y como dice el pensamiento estoico: hay cosas que podemos controlar y otras que no podemos controlar. Debemos tener aceptación con lo que no podemos cambiar y continuar viviendo por difícil que veamos nuestra situación.

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