El dolor emocional en una relación es un síntoma de una insatisfacción. Hay heridas en el alma que pueden ser provocadas directamente por alguien que ha sido injusto en la relación y nos ha provocado un daño directo; pero hay heridas en el alma que son provocadas por expectativas nuestras que no se han cumplido con respecto a alguien. 

En este último caso alguien podría pensar que no es real el dolor, que es imaginario, porque no ha sido provocado por un daño que voluntariamente el otro miembro de la relación ha infringido, pero la emocionalidad que hierve en cada alma es una realidad. 

No hay una sola realidad, dicen los terapeutas estratégicos. La realidad objetiva de la que hablan los cientistas sociales no es la realidad del mundo emocional. 

En el mundo emocional hay tantas realidades como tantas interpretaciones hacemos de los hechos o situaciones. 

Esa realidad emocional que nos causa dolor es tan objetiva para nuestro universo emocional que el dolor se respira. Se siente como la sangre destila por las heridas psicológicas que tenemos producto de las decepciones vividas, las cuales generalmente son percibidas como decepciones por las expectativas que tenemos. 

Quien no tiene una expectativa, quien no espera algo en particular no tiene motivos para sentirse decepcionado. 

Debemos revisar nuestras expectativas con los demás. Hay cosas que esperamos de los demás que son conscientes.

“Espero que mi pareja me trate con amor, cortesía, que no me insulte, que me consulte sus decisiones financieras. 

Deseo que mi hijo me tenga respeto y que sea considerado conmigo. Quisiera que cuando yo le pida que haga algo por mí sea como yo soy con él”. 

Las expectativas anteriores son conscientes y al no cumplirse son percibidas como decepciones y pueden causar gran dolor.

Las expectativas inconscientes son asumidas internamente, generalmente no manifestadas a la otra persona, y casi siempre quien las tiene no se las ha planteado en el plano consciente; pero espera un determinado comportamiento de la otra persona, aunque nunca se lo haya expresado.

“Mi pareja me ha sido infiel, eso me duele tanto. Yo nunca le sería infiel. Como mujer he pensado que el compromiso es para toda la vida. El me decía que me quería tanto y yo entendía que él nunca me sería infiel. El luchó tanto por mí.

Mi padre no lo aceptaba, porque él era muy pobre y mi papá tenía un posición social y económica muy alta. No entiendo por qué el no cumplió ese contrato de serme fiel toda la vida. Tengo el alma destruida, Mi papá sufre también, él nunca le ha sido infiel a mi mamá”

Hay que preparar la mente para las decepciones. Tenemos que revisar nuestras expectativas con los demás, ya que la frustración es proporcional a la magnitud de nuestras expectativas. 

El alma muchas veces no soporta el exceso de dolor. Busca hendijas para dejar salir ese dolor. Esos caminos son las tristezas, depresiones, aislamientos y la amargura. A veces transita el alma por la pérdida del sentido de la vida.

Es necesario equilibrar nuestras relaciones y buscar que sean justas y equitativas. Aprender a realizar reclamos y evitar que estemos en una posición de explotación donde le permitimos a los demás que abusen de nosotros. Podemos curar las heridas del alma y perdonar. 

Perdonar es un proceso interno que nos permite vivir sin amargura, sin culpas ni remordimientos. Es un trabajo interno que no implica restaurar necesariamente una relación. Es curar nuestras heridas para no ser esclavos del odio. 

Si deseamos restaurar la relación es conveniente buscar ayuda terapéutica y negociar un nuevo contrato de relación y modificar nuestras expectativas que pueden causarnos dolor emocional, cuando no son satisfechas.

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