Cada vez que voy a la montaña disfruto paisajes que me recargan el estado de ánimo. El agradable clima y la temperatura mucho más fría que en la ciudad me hace preguntarme los siguiente:
¿Por qué hay que soportar tanto calor cuando podemos movernos a una zona más templada y gélida?
¿Por qué ver sólo fealdad y falta de armonía si me puedo mover y estar en otro lugar?
Así nos pasa con frecuencia, nos quedamos estáticos, nos ahogamos en el dolor y no vemos nuevas formas de relacionarnos y no cambiamos las reglas de un sistema que nos asfixia y se roba la felicidad.
A la distancia de una decisión puede haber otro clima y otros paisajes. Al ser activos, movernos y no repetir soluciones intentadas que no funcionan, podemos responsablemente ser más felices y tener ganas de vivir; lograr un propósito en la vida.