Hoy me encontré con un distinguido amigo en el mercado de la ciudad. Gran lector, me hablaba de su experiencia al leer el libro “El Compromiso  en las Relaciones de Pareja”. Opina que los conceptos básicos ayudan a mantener una relación de pareja.Le dije a mi amigo que al momento de casarme no tenía todos los conceptos tan claros como hoy en día.

Había uno que discutí con mi pareja y era que no viviríamos con la familia de origen, ni la mía, ni la de ella. Viviríamos solos y buscaríamos crear un proyecto de pareja.

En la terapia vemos como muchas parejas violan ese principio y le dan cabida a que familiares incidan en su relación, ya sea porque conviven en familias extensas o porque son muy fusionados con algunos familiares, los cuales interfieren en los conflictos de pareja, aunque físicamente no vivan juntos.

En la terapia le asigno directivamente una regla general a las parejas. Yo la he seguido, “No discutir nunca con la pareja”. Nuestra cultura fomenta las discusiones. Queremos creer que tenemos la razón.  Pisoteamos las opiniones de los otros. Ofendemos, herimos, no toleramos. De la discusión viene el abuso psicológico de la mano y el abuso físico, generalmente, como corolario. 

Una prescripción que pregonaba el grupo de Milán, plantea como tarea universal la salida a solas de la pareja, sin los hijos. Luego de la llegada de los hijos el espacio de la pareja se reduce. Se afecta la intimidad y la rutina ahoga los cimientos de la relación y la dinámica romántica con la que se empezó.  La regla de Milán aconseja que la pareja deba buscar nuevos espacios de intimidad, para compartir conyugalmente. Es un compartir no sólo en lo sexual, sino también las salidas románticas y hasta las casuales.

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