1844-1945
Coyunturalmente Ángel María Canario (Pijilito), nació en Arroyo Canasta, San Cristóbal, a donde su madre se trasladó al iniciarse la incursión haitiana de 1844, que pretendía recuperar el yugo a que sometieron al país durante 22 años.
Esta espuria aspiración de los señores de occidente se mantuvo durante varios años, no obstante la declaración de la independencia nacional el 27 de febrero del citado año. Pasado el peligro la madre regreso a Azua con su hijo Pijilito (así le llamaban al señor Canario).
Pijilito se entrenó en el uso de las armas en la confrontación bélica de La Canela, en pleno fragor del movimiento restaurador.
Era corajudo hasta lo increíble, lo que puso de manifiesto con su radical seguimiento a Buenaventura Báez, lo que le ocasionó ser víctima de una grosera calumnia que lo sindicaba como coautor material de unos desafueros que cometieron desalmados perversos. La singular valentía de Pijilito le permitió codearse con los guerrilleros del Sur y del Cibao.
En 1886, por nueva vez este azuano demostró su bizarría con su participación en una batalla escenificada en un campo de La Vega, pero las tropas contrarias resultaron vencedoras. Luego de esta acción guerrera, fue llamado por el Presidente Ulises Heureaux, lo que Pijilito entendió como la antesala de un fusilamiento.
Acostumbrado este hombre a los riesgos de muerte, temerariamente cargó su carabina con una bala especial, con la intención de depositarla en el pecho de Lilís cuando este diera la orden de encarcelarlo, para luego pasarlo por las armas. El resultado fue otro: Se decretó su ascenso a General de Brigada.
A pesar de su vocación por las armas siempre cultivó su afición al trabajo, desde su mocedad hasta pocas horas antes de su muerte; esta cualidad nunca fue interrumpida por sus compromisos militares.