Charles Herard, Presidente de Haití, recibe la noticia de la Independencia Nacional Dominicana, en medio de una crisis política en su país. También recibe la información, de su propio hijo, Deho Herard, del suceso en el que casi pierde la vida, cuando fue repelido a metralla, por un “grupito de revoltosos”, haciéndole pasar una vergüenza, frente a sus soldados, que lo vieron salir corriendo despavorido y echando pestes en patois. A partir de aquí, el asunto también se convierte, en un asunto de honor familiar.
Charles Herard, ya debidamente autorizado por el Congreso para movilizar la “Guardia Nacional”, se organiza y elabora un Plan para “ahogar la hidra en la cuna”. Así lo hace y ordena preparar lo mejor de sus regimientos para tomar Santo Domingo y echar por tierra, la bandera dominicana, ejecutar a los “afrentosos” que se habían atrevido a declararse libres, y desconocer la independencia proclamada, ya que Haití, según estaba establecido en la Constitución haitiana, era la isla entera, “una e indivisible”.
“El presidente haitiano Charles Herard, enterado de los acontecimientos del Este, dispone la marcha del poderoso ejército haitiano -que siempre que lo ha querido, ha azotado el país-, sobre el territorio dominicano. Una división entrará por el Norte para atacar a Santiago y Puerto Plata; otra penetrará por el centro de la frontera, y una tercera por Neiba, más al Sur. Estas dos últimas se reunirían en Azua para de allí marchar juntas sobre Santo Domingo. Ese es el plan, tan bien trazado como temible”.
Herard advierte a los habitantes de Santo Domingo que descargará sobre sus cabezas toda la venganza nacional; que llegará a paso de carga sobre la ciudad; declara en estado de bloqueo los puertos marítimos del Este; promete a su pueblo que ahogará “en su cuna la hidra de la discordia que ha osado levantar su cabeza en la parte del Este”, y anuncia mil cosas más que presagian la proximidad de la más cruel era de sangre y horror.”