La violencia se va instaurada poco a poco. Luego de un fuerte enganche emocional o de un enamoramiento, empiezan los cuestionamientos sutiles, los intentos de control, manipulación psicológica, aislamiento de amigos y familia hasta las golpizas explícitas. 

Las mujeres sometidas a violencia experimentan un terror constante ante lo impredecible de la nueva agresión. Son vulnerables a padecer estrés postraumático y olvidos frecuentes. La permanencia en relaciones de abuso es compleja. Hay un terror que subordina y quita la voluntad de escapar. Es una indefensión aprendida.

Aparece un miedo de abandonar el entorno, ya que se cree que nada de lo que haga cambiará su situación. En nuestro país, las mujeres abusadas tienen mucho riesgo de perder la vida. La violencia también puede darse de la mujer al hombre; pero son menos los casos.

Hay relaciones de pareja en las que no hay violencia física; pero tienen pautas de violencia psicológica con luz de gas y puede ser ejercida por la mujer o por el hombre. Los conflictos de pareja son variados. Hay dificultades que vienen desde la familia de origen, y conflictos relacionales producto de la manera diferente de ver el mundo que ambos tienen. 

La Terapia de Pareja es compleja y debe ser sistémica. Además, cada relación adquiere un carácter propio y debe ser conocida e intervenida con respeto y con un proceso de búsqueda de estrategias por parte del terapeuta, que le permitan el cambio de la relación de pareja. Esas búsquedas de estrategias parten de un diagnóstico sistémico previo y de la definición de objetivos terapéuticos, luego de una correcta evaluación.

 
 

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