Siempre que aparece una enfermedad nueva que tiene mucho impacto social, hay riesgo de que traiga discriminación y estigmas.
Algunas enfermedades lo han tenido por muchos años como la lepra, tuberculosis y SIDA. Hoy en día también el Coronavirus, solo que la velocidad de los contagios ha diluido la estigmatización que inició primero con ser de un país; pero cuando va llegando a los demás, se va perdiendo la discriminación frente a un problema que lo tenemos todos.
Muchos famosos han informado su condición de estar infectados por el nuevo Coronavirus, pero lo han hecho de manera voluntaria, ya que es una obligación de las autoridades y personal de salud guardar la privacidad y la confidencialidad de los pacientes, salvo que ellos quieran publicar su condición con fines de educar o de estimular a la prevención de los ciudadanos.
Sufrir de un virus que nos está infectando a todos sin importar raza, nivel social, económico, ni religión: no debe ser una vergüenza. Pero debemos respetar la dignidad de los pacientes y respetar su privacidad.
Conocer nombres no es importante, cuando ya sabemos que tenemos casos. El ejercicio antiético de investigar nombres y delatar identidades solo daña a las personas y vulnera sus derechos y los de sus familiares que sufren emocionalmente por su pariente afectado.
Mañana podríamos estar en el lugar de quienes hoy sufren por tener una condición para la que no hay un tratamiento específico y que tiene riesgo de fallecer cuando hay vulnerabilidad y comorbilidades.