Estamos normalmente prestos a oír lo que deseamos; pero tendemos a ignorar lo que nos dicen y no nos agrada o aquello que presiona un cambio en nosotros.

Minuchin observó que las familias tenían sordera con algunos temas. No querían escuchar eso que les molestaba; les causaba vergüenza, o lo que no querían cambiar: eso provocaba esa sordera que llamó selectiva.

El mensaje de cambio no lo queremos oír, no lo asimilamos. Por esa razón los terapeutas familiares sistémicos repetimos los mensajes a las familias de diferentes formas. Se repite lo mismo en diferentes intensidades y de forma creativa.

Lo debemos hacer hasta que el .mensaje llegue. En ocasiones el mensaje será metafórico o pediremos una realineación de alianzas, o le daremos a la familia el mensaje de que dejen crecer al adulto infantilizado, impidiendo que la familia hable por él o ella.

El cambio encuentra un boicot en la familia y en el paciente sintomático.
Hay familias sordas. Siguen maltratando a sus niños y adolescentes. Hay cónyuges sordos que no escuchan el dolor de su pareja.

Hay políticos sordos que no aceptan los errores que cometen. Endeudan a sus pueblos. Los maltratan y no escuchan el clamor de los hambrientos y de los que emigran.

El cambio duele, pero nos permite crecer y como dice el salmista nos renovaremos como el águila vieja, que a fuerzas de golpes en las piedras de las montañas, se quita las garras viejas y se quita las plumas envejecidas, También se renueva el pico. Así agrega vigor y muchos años más de vida.

El cambio puede ser doloroso y para disfrutar de la renovación y pautas sanas y funcionales en la familia y la pareja se requiere pagar el sacrificio que exige el cambio.

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